¡Cuidado con la ciega adoración al infante!

¡Cuidado con la ciega adoración al infante!

¡Cuidado con la ciega adoración al infante!

¿Se debe reverenciar al infante? Entonces podemos caer en la fatal decisión de no modelar su conducta, de dejar a medias buenos hábitos y buenas costumbres y por ende a perder la posibilidad como padres de ser dignos de respeto, de imitación y posteriormente ser su referente en su futura vida. Y la ciega adoración al infante nos llevará a serios problemas en casa y en el Kindergarten. La conducta del niño se hace inmanejable y al final maestra y padres quedan totalmente desorientados en el no saber qué hacer al respecto.

La sumisión del adulto hacia el infante es algo antinatura. En muchos países del mundo hay serias dificultades en el desarrollo socioemocional del infante, niño y adolescente debido a esta forma de sometimiento del adulto. Y entonces se recurre a la medicina alopática, la cual droga desde la infancia, pero no se aborda el real problema que se ha suscitado, pues el abordaje es sintomático. Pero en realidad no sólo hay que ver los síntomas sino más bien todo los fenómenos que se expresan en la infancia. Al realizar esta observación fenomenológica, recién podremos tener una imagen real de que es lo que acontece y que medidas higiénicas y terapéuticas son necesarias. Todo el avance de la ciencia natural en encomiable, pero la comprensión de la infancia no puede ser reducida a procesos mecánicos o a la influencia de psicofármacos. Es una mala interpretación, es una ilusión. La naturaleza del infante no solo es corporal, hemos de extender su comprensión de lo orgánico-corporal como instrumento para la expresión del alma y espíritu individual. Nos quedamos cortos con explicaciones biologicistas.

La sumisión del adulto es una deformación de la real misión de ser padre y madre y una pésima comprensión de la máxima del poeta romano Juvenal. La sentencia de Juvenal debe ser entendida como una llamada de atención de que desde el nacimiento y en el transcurso de la infancia existe un estado superior y potencial de desarrollo que permanece oculto a la ligera observación. He allí el sentido y el compromiso de acompañar la infancia con la mejor práctica en el hogar, en la cuna y en el Kinder.

En realidad para tener hijos, lo mejor es prepararse. En lo biológico un año antes, mejorar los hábitos y dejar de ingerir drogas. Así generamos el mejor material genético para el embarazo. El proceso del embarazo debe vivenciarse con la mayor alegría, entusiasmo y tranquilidad. Pero hay que entender que también cada embarazo es único, reflejo de la individualidad que se va formando en la gestación. Todo trastorno de este proceso debe ser acompañado por el profesional respectivo (ginecoobstetra, psicólogo, doula, entre otros). Evitar también el consumo de tabaco, bebidas alcohólicas. Son necesarias una buena calidad de los alimentos para la gestante y una equilibrada nutrición.

 

La maternidad y paternidad es un compromiso hasta que los hijos puedan lograr plenamente su propia autonomía y puedan dirigir sus propios destinos. Hemos de comprender que cada hijo es un ser único e irrepetible y por tanto el modelamiento que hacemos de la vida de ellos debe tener ese matiz de individualidad.

 

El parto es un proceso de alegría inigualable. Hay que dejar de considerarla como evento terrorífico, pero si puede ser agotador para la parturienta. El hombre ha de brindar paz y tranquilidad emocional para que tanto embarazo como parto natural sean óptimos. El embarazo por tanto es una labor de ambos, un compromiso de amor, producto del mismo amor. Luego del parto deviene la “cuarentena”, es decir 40 días y noches de la madre con el bebé junto a su entorno inmediato (pareja, los hermanitos del recién nacido y nadie más). 40 días para consolidar el vínculo madre hijo saludable. De ello el Puerperio o descanso absoluto por nueve días es esencial.

Es importante comprender que el ser humano nace en devenir, a medias y le toma su primer septenio de vida para concluir el desarrollo madurativo de sus órganos, aparatos y sistemas orgánicos. Nacemos con enormes potenciales, pero justamente necesitamos de los cuidados adecuados durante la infancia. La peor práctica es la exposición a la tecnología, lo cual no sólo debilita el sistema inmune, también crea irritabilidad constante, patrones de comportamiento inadecuado y sienta las bases para una personalidad adictiva.

La lactancia materna es insustituible. Lactar es esencial al igual que los primeros cuidados del primer año de vida ¿Hasta cuándo la lactancia? Hasta cuando deja de ser un bebé. Cuando conquista el andar erguido, entonces puede producirse el destete, el cual es voluntad y decisión exclusiva de la madre. En este aspecto nada tiene que ver el lactante. Al caminar ingresa a nuevos procesos, se convierte en niño y ha logrado un gran hito en el proceso de su singularidad y diferenciarse sanamente de sus progenitores. He allí la trascendencia del destete, de la dependencia física y emocional. Es un momento dónde el niño empieza a validarse así mismo ante el mundo, es una conquista progresiva del niño, creándole espacios de seguridad, autoestima, de alegría por validarse en cada uno de sus actos.

Luego del año vienen nuevos retos para padre y madre. La práctica del colecho es muy importante hasta aproximadamente los 3 años, dónde sucede otro fenómeno: empieza a dejar a hablar de sí mismo en tercera persona y empieza a decirse “Yo”, “No”, “Yo sólo”, “Yo lo hago solo”. Y habremos llegado a un hito más de autonomía: el que duerma en su propio dormitorio.

Actuemos como padre y madre que permitan conservar y fortalecer las fuerzas vivas cósmicas del crecimiento de nuestros infantes. Estas fuerzas se metamorfosearán en la vida adulta y adulto mayor con calidad de vida.