¿Qué tanto conoces a tu hijo?

¿Qué tanto conoces a tu hijo?

¿Qué tanto conoces a tu hijo?

Sabemos que cada niño es un ser individual y diferente sin embargo muchas veces esperamos que nuestros hijos se comporten igual a otros niños o más aún que reaccionen tal cual nuestras propias creencias sin embargo ¿Conocemos realmente cual es el temperamento de nuestros hijos?, conocer su temperamento nos ayudará a ser más empáticos con ellos y también nos ayudará a no agobiarnos cuando nuestros niños no hagan lo que esperamos.

El temperamento es el conjunto de características innatas de cada ser humano que describe la forma de encarar y reaccionar ante el mundo, así pues, conocer el temperamento de nuestros hijos nos permitirá saber cuáles son sus fortalezas, cuáles sus necesidades y cómo podemos ayudarlo.

El escritor y educador John Benians en su libro “Años de Oro” nos describe los 4 temperamentos del ser humano los cuales empiezan a aparecer con tendencias muy definidas desde los pocos meses de nacido, este resumen nos puede servir de guía para empezar a observar y comprender a nuestros pequeños.

  1. El niño de temperamento sanguíneo:

Desde bebé Juega felizmente con sus dedos o con cualquier cosa que llegue a atraer su atención por un momento, fácilmente atraído por los colores vivos que se mueven enfrente a él, sonríe a solicitud cuando se lo piden con un cosquilleo ligero, lo recibirá a usted con una agradable bienvenida y su afabilidad no se aplacará fácilmente, es un buen compañero, interesado en cualquier cosa que usted está haciendo, platicará de manera agradable en una variedad de temas saltando de uno a otro según le dicte su capricho. Posiblemente deje un tema sin terminar por algún hecho pasajero que haya atraído su atención; le encantará empezar un nuevo trabajo, pero su entusiasmo decaerá pronto, una ojeada a su cuarto de juegos revelará una gran cantidad de tareas no terminadas, dispersas confusamente por la habitación.

 

  1. El niño de temperamento colérico:

Siendo bebé estaba en actividad constante pidiendo atención a toda hora del día o de la noche, sólo con mucha dificultad aguanta la admiración de los parientes, aunque busca el elogio y frecuentemente lo busca, no quiere perder el tiempo con sentimentalismos; tiene desazón por salir. En efecto, no busca contacto con quienes le rodean sino en su afán de relatar su última escapada emocionante, y el rubor de sus mejillas no queda duda de que fue una gran travesura. Su impaciencia no tolerará una larga dilación y, si no se le presta atención, quizá prorrumpa en algunas de sus interjecciones favoritas requeridas, según él cree, por la situación, y esta válvula de escape ha soltado el suficiente vapor como para evitar una explosión mayor. Es un muchacho excelente, él se asignará a sí mismo tareas realmente difíciles, siente que cualquier cosa que sea de orden común está por debajo de sus fuerzas. Y trabajará con todo el vigor del que es capaz. Sus esfuerzos no siempre son coronados por el éxito, porque la exuberancia de su energía generalmente es mayor que lo que puede soportar el material en que está trabajan do y sobrevienen la desilusión y alguna otra muestra del mal genio cuando las cosas se rompen. Con un poco más de reflexión y paciencia, podría lograr un buen nivel de trabajo, pero no tiene estas cualidades. Velocidad es su lema y no se percata de que, con la energía que gasta podría realizar las tareas dos veces.

 

  1. El niño de temperamento melancólico:

Es una criatura delgada y pequeña desde su cuna es que su estómago tiene dificultades de digerir incluso los mejores alimentos que se le puedan ofrecer. Vive en la puerta vecina de Tomasito y piensa que es un niño terrible, y secretamente teme que él y su pandilla invadan su jardín. En un arranque de confianza, confiesa esto en un susurro a su madre, y su rostro ansioso trasluce la tortura que ha padecido durante algunas semanas ante esa posibilidad. Su madre trata de asegurarle que no se atreverían a hacer algo así, pero no la convence tan fácilmente. Su imaginación ya se ha pintado las mil y una catástrofes que pueden ocurrir: ve todas sus muñecas y sus ositos tirados y maltratados, y hasta a su osito favorito, Jenkie, en el fango con un brazo roto, cuando los intrusos se vayan, dejando tras ellos una estela de devastación.

Es una niña que piensa mucho y como su atención se concentra en ella misma, se hace objeto de su propia compasión. Su corazón la impulsa a reunirse con otros niños y reír, jugar y divertirse con ellos, pues los admira y los envidia en secreto, pero hay algo que se lo impide, y permanece de espectadora, compartiendo sus penas con Jenkie. Es lenta en hacer amigos, pero una vez hechos, su amistad es duradera con uno o dos compañeros que haya elegido. Igual de constante es con sus juguetes. Jenkie, por ejemplo, debe ser el abuelo de toda su familia; su pelo ha desaparecido desde hace mucho tiempo, y muchas veces ha estado en el hospital de mamá para remiendos. Pero el amor que María le prodiga crece con los años, y él ocupa el lugar de honor junto a ella en su cama cada noche.

Cuando su reflexiva manera de ser se aplica a un círculo más amplio, puede proporcionar comentarios útiles e interesantes, pero éstos casi nunca pasan de sus labios, pues antes de exponerlos los ha juzgado sin valor, o tal vez han salido con una voz tan tenue que se pierden entre el ruido de la conversación general. Hay veces que algo la irrita; entonces sus frases se hacen amargas y se nota un tono rencoroso en su voz. Dele algún trabajo de su gusto, un bordado para su casa de muñecas, por ejemplo, y estará ocupada horas enteras, y la calidad de su trabajo será la misma de principio a fin. De hecho, es demasiado exigente en su trabajo y en su juego, y la precisión con que todo tiene que ser hecho se hace a veces molesta. Pobre de aquel que deje una huella sucia en la cuna de Jenkie.

 

  1. El niño de temperamento Flemático:

Desde su cuna ha dormido y comido con gran regularidad, por lo que sus padres no recuerdan haber pasado una mala noche con él. Ha crecido simpático niño gordo y redondo que nunca molesta a nadie. Aún ahora, a la edad de siete años, es tan callado que se olvidan de él, y una vez la familia se olvidó de llevarlo a casa después de ir de visita.

Se divierte horas enteras jugando con cualquier cosa, cuando no tiene con que jugar sus dedos le sirven igualmente. Ocasionalmente, un arranque de energía se enciende en él y, por un momento, se ve cambiado. Pero no le dura mucho, y pronto vuelve a asentarse en su acostumbrado letargo.

Para él las horas de comer son todo un acontecimiento y su apetito excede al normal. Come mucho más de lo necesario. Es un chico simpático lento en su conversación, prefiere dejar que la lleven otros mientras él asiente con una sonrisa amplia y suave.

Si se les rodea de mucha inactividad igual a la de ellos, se aburrirán y esto puede ser un buen comienzo para despertarlos. Cuando el aburrimiento se hace más pronunciado, empiezan a sentir que hay que hacer algo y, por fin, que ese algo lo tienen que hacer ellos. Es un proceso largo y se necesita paciencia para esperar su lento desarrollo. Pero con el correr de los años, tendremos la recompensa de nuestro paciente esfuerzo y nos sorprenderá descubrir cuánto han asimilado de todo aquello que pensábamos que les había pasado inadvertido, pues tienen buena memoria y las cosas les entran bien.